Por Roberto Castelar
En medio de la crisis de incomprensión y de confusión ocasionada por el reciente levantamiento de las excomuniones de los Obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, consagrados por Marcel Lefebvre, el Papa ha decidido intervenir para poner tranquilidad en la nave de la Iglesia. Pero no es una intervención rígida y severa, como la de quién toma e timón a la fuerza por que se le escapa la barca; sino que es la acción dulce y serena de quién confía en Dios y sabe que la tranquilidad de las aguas y de la barca no depende de él mismo, sino de Aquel que habita en el cielo y de quién recibió su vocación de guiar a la Iglesia. Es la intervención amorosa de un Padre, para con sus hijos, para acabar con la confusión, con los malos entendidos y con los rumores maliciosos que por todos lados se levantan.
Este 12 de marzo pasado, la Santa Sede hizo pública una carta del Santo Padre Benedicto XVI a todos los Obispos del mundo, en donde el Papa expresa las razones concretas que lo movieron a levantar las excomuniones a los cuatro Obispos lefebvrianos. La carta demuestra el dolor que tiene el Obispo de Roma ante la crisis que se desencadenó, causada por una mala interpretación de todas sus intenciones:
“La remisión de la excomunión a los cuatro Obispos consagrados en el año 1988 por el Arzobispo Lefebvre sin mandato de la Santa Sede, ha suscitado por múltiples razones dentro y fuera de la Iglesia Católica una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo. […] Algunos grupos, en cambio, acusaban abiertamente al Papa de querer volver atrás, hasta antes del Concilio. Se desencadenó así una avalancha de protestas, cuya amargura mostraba heridas que se remontaban más allá de este momento.”
El Papa hace referencia al caso del Obispo Richard Williamsom, que negó el holocausto en una entrevista en la televisión sueca, casi simultáneamente con la publicación del decreto del levantamiento de las excomuniones. Muchos atacaron al Papa como si su gesto fuera un acto de aprobación al anti-semitismo y una vuelta atrás en las relaciones entre cristianos y judíos. Resaltando que, como aclaró la Santa Sede, el Papa desconocía esas declaraciones en el momento de firmar el decreto, muestra su lamento por todo lo que esto causó:
“Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y, durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente. Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias.”
A seguir, el Papa lanza una queja amorosa a los católicos de todo el mundo. ¿Cómo no podría dolerle a un Padre la actitud de sus hijos, que muestran una disposición de atacarle hasta con la más mínima sospecha? La falta de confianza y de seriedad para afrontar las cosas le dolió mucho al Pontífice:
“Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado deberme herir con una hostilidad dispuesta al ataque. Justamente por esto doy gracias a los amigos judíos que han ayudado a deshacer rápidamente el malentendido […].” (Texto resaltado es de nuestra responsabilidad).
Luego, el Papa habla de la correcta disposición de las cosas, según sus intenciones. Aclara que el levantamiento de las excomuniones no implica la aprobación de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, sino que solo es un paso en el diálogo con ellos. No es lo mismo, dice él, las personas que las instituciones. Rehabilitar a las personas no significa aprobar a las instituciones.
“[…] hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia.”
Queda claro, pues: mientras la Fraternidad San Pío X y los Obispos de Lefebvre no acepten el Concilio Vaticano II y el Magisterio de los Papas posteriores al Concilio, no pueden reconciliarse plenamente con la Iglesia Católica:
“No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad. Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive.”
Se diría: ¿no es cierto que el Papa, Vicario de Cristo, es el Padre de todos los fieles?, ¿no es cierto que en la Iglesia hay lugar y espacio para todos?, ¿no es cierto que todos merecen un espacio en ella, independientemente de los defectos y malentendidos que todos podamos tener? Si hay diferencias en materia de doctrina: el Espíritu Santo, a través del Papa, las solucionará a su tiempo.
“En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. […] ¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? ¿Podemos simplemente excluirlos, como representantes de un grupo marginal radical, de la búsqueda de la reconciliación y de la unidad? ¿Qué será de ellos luego?”
Nuestro querido Papa demuestra así una gran tranquilidad al abordar una problemática tan difícil, y hablando serenamente a todos los Obispos del mundo, pone fin al problema. Cabe recordar aquí como, una vez más, ciertos malentendidos son ocasión para que muchas personas hostiles a Dios y a la Iglesia los exploten para de una mejor manera atacar aquello que odian. Y el gran problema es que confunden con sus tramas a una gran cantidad de católicos ingenuos, en el mundo entero.
Para bien del Papa y de la Iglesia, en diversas partes del mundo el mensaje del Papa tuvo reacciones favorables. Al ver tal situación, varios Obispos del mundo, precisamente 70, han decidido enviar una carta de apoyo firmada por todos al Papa. La Conferencia Episcopal Alemana, a través de su Presidente, alabó el estilo humilde y corajoso de la carta del Papa. Palabras semejantes dieron las Conferencias Episcopales de Suiza, Austria, e Italia.
Recemos por el Papa.