Martín V se esforzó también por aumentar la veneración de las reliquias que se conservaban en la Ciudad eterna, teniendo cuidado que se presentaran de una manera digna; y asimismo hizo traer a Roma, en 1430, una preciosa reliquia; es a saber: parte del cuerpo de Santa Mónica, madre del grande Agustino. El Papa había hecho buscar en Ostia aquellos restos venerandos y, luego que fueron traídos á Roma, ordenó una extraordinaria solemnidad religiosa. El mismo Papa celebró la santa misa, y dirigió una conmovedora oración al pueblo que se agolpaba en la iglesia de los ermitaños de San Agustín, a los cuales había confiado aquel santo depósito. Hay un pasaje en aquel discurso de particular interés, porque demuestra que Martín V vivía enteramente ajeno á la tendencia humanista de su época. Después de haber descrito el Papa las virtudes de Santa Mónica, su mansedumbre, su paciencia, su maternal solicitud, que fue premiada con un tal hijo, exclamaba: «Puesto que tenemos a San Agustín ¿qué nos importa la agudeza de Aristóteles? ¿Qué la elocuencia de Platón, qué la prudencia de Varrón ó la digna gravedad de Sócrates ó el prestigio de Pitágoras ó la habilidad de Empédocles? No necesitamos a aquellos varones; bástanos Agustino. En él hallan su declaración los dichos de los profetas, las doctrinas de los Apóstoles y la sagrada obscuridad de las Escrituras, y en él se encuentra reunido lo característico y la doctrina de todos los Padres de la Iglesia y de todos los sabios. Si buscamos la verdad, la sabiduría y el temor de Dios ¿á quién encontraremos más instruído, más sabio y, por decirlo así, más santo que Agustín?» Este discurso es como la bula de canonización de Santa Mónica. Un piadoso humanista, Maffeo Vegio, hizo más adelante adornar con magnificencia el altar de la Santa, en San Agostino, y colocar sus reliquias en un hermoso sarcófago de mármol blanco, para el cual había él mismo compuesto una inscripción en verso; y dos nobles matronas romanas añadieron el regalo de tres lámparas de plata dorada, que se encendieron ante aquellas sagradas reliquias y brillaron desde entonces de día y de noche.
PASTOR Ludwig von, Historia de los papas, fragmento extraído de Microsoft Encarta 2007, Microsoft Corporation
¡Viva el Papa! 