Clemente VI (1342-1352) era, en muchos respectos, una notabilísima personalidad; se celebraban sus extensos conocimientos teológicos, su maravillosa memoria y, sobre todo, su elocuencia nada común; y algunos de los sermones que tuvo en la capilla pontificia, antes de su elevación a la cátedra de San Pedro, se han conservado en varios manuscritos de las bibliotecas alemanas. También siendo Papa, solía Clemente celebrar con públicas predicaciones los grandes acaecimientos de la Iglesia, como por ejemplo, el nombramiento de Ludovico de España, por príncipe y señor de las islas Canarias (1344). Pero con todo eso, más que por su erudición y elocuencia, se distinguió Clemente por su bondad verdaderamente singular, y por la blandura de su corazón. Para los pobres y necesitados fue siempre un presto auxiliador, y un animoso protector de los perseguidos y oprimidos; y cuando estallaron las sangrientas persecuciones de los judíos, aborrecidos como representantes del capitalismo, y millares de ellos fueron muertos, en Francia y Alemania, por los pueblos irritados, sólo el Papa se interesó por la suerte de aquellos miserables; comprendiendo Clemente VI, que su elevada posición hacía para él un deber, el oponerse al fanatismo feroz del pueblo soliviantado. En Julio y Septiembre de 1348, expidió bulas para protección de los judíos, perseguidos y acosados hasta el último extremo; y aunque por la extraordinaria irritación que contra ellos reinaba, quedaron casi sin efecto, no por eso dejó Clemente de hacer lo que estaba en su mano, abriendo un lugar de refugio en su pequeño Estado á los enjambres de perseguidos que andaban errantes y huidos de sus hogares.
PASTOR Ludwig von, Historia de los papas, fragmento extraído de Microsoft Encarta 2007, Microsoft Corporation
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