(San Alfonso María de Ligorio)
Para contrarrestar la pseudo-reforma protestante que amenazaba Europa, la divina Providencia suscitó un alma de fuego, San Ignácio de Loyola. Su obra santa, la gloriosa Compañía de Jesús, fue durante los tiempos más turbulentos de la Iglesia en los últimos siglos, un gran y poderoso frente de defensa de la santa fe católica en el mundo. Por tal, destruirla se convirtió en unos principales objetivos de muchas de las organizaciones unidas y conjuradas para borrar las raíces cristianas en las sociedades europeas. Los jesuitas, particularmente odiados por su excepcional adhesión y obediencia al Sumo Pontífice, fueron expulsados de muchas naciones europeas. En un momento determinado en que la situación se volvió más crítica, el Papa Clemente XIV, para impedir más disturbios en la Cristiandad, publicó el documento Dominus ac Redemptor en donde abolía la Compañía de Jesús, de acuerdo al placer de los príncipes, más sin embargo sin condenarla formalmente. Ante esta decisión, muchos cristianos que desconocían las condiciones y las presiones a las que estaba sometido el Santo Padre, tomaron una posición de crítica. Cuando San Alfonso María de Ligorio, entonces aún en vida, escuchó eso, simplemente dijo: “pobre Papa, pobre Papa, ¿qué podía hacer?”. Y después de unos cuantos minutos, dijo: “voluntad del Papa, voluntad de Dios”, y desde ese momento nunca más volvió a tocar el tema. Aún en los peores momentos, con las peores condiciones y circunstancias, la filial obediencia y sumisión a la Cátedra de Pedro es característica especial de los verdaderos santos.
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